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El primero era mejor, o no, pero dolía menos. Si aquel levantaba ampollas, este segundo pone el dedo en la llaga y luego nos deja en cuarentena. Y si antes se hablaba de una intención surrealista en sus letras, ahora no nos queda otra que el hiperrealismo. Qué harían Manos de Topo después de sus aclamadas Ortopedias Bonitas era una pregunta que mucha gente se hacía. La respuesta llega ahora, y el morbo y algunas plumas afiladas escuchan tras la puerta. ¿Repetirán la hazaña? Mejor aún: la llevan más allá.
Hace un año y medio se presentaban con una primera entrega de canciones de amor desdichado, que se han visto representadas en numerosos escenarios y transcritas a otros lenguajes (repasen los excelentes videoclips que Kike Maillo realiza para ellos, o el experimento gráfico-literario que recientemente ha editado Morsa Editorial). Y hoy entregan estas doce nuevas canciones en un acto de confirmación.
Para quien a estas alturas aún no haya entendido nada, quizá sea mejor que empiece desde el principio. Por contra, quien tenga claro que tras esa actitud lo-fi y loser se encuentra un grupo tan seguro de sí mismo que se atreve a desnudarse a cada paso, que no tiene nada de que esconderse ni avergonzarse, está invitado a disfrutar y a sufrir como el que más.
Un paso más allá, deciamos. Las ortopedias son ahora muñones, también bellos a su manera. Miguel Ángel Blanca ha quemado el vestido de novia, y cantando entre llantos y crisis de ansiedad nos enseña vastas y desconocidas realidades sobre los peligros que entrañan el roce y el cariño: el abrazo de un oso puede matar a otro oso. Ahí está la genialidad de Manos de Topo, cuando nos quitan las palabras de la punta de la lengua en una mezcla de fábula y greguería. Eso convierte sus discos en un práctico manual de todo lo que siempre quiso decirle a su ex-pareja y nunca se atrevió. Un manual magníficamente redactado e ilustrado con numerosos ejemplos. Afanosa y espontáneamente confeccionado conociendo el camino, con sus señales y sus atajos, que hay que seguir hasta conseguir hacer de una idea una canción.
Cuidadosos con todo lo que envuelve a su desesperado imaginario, se alían esta vez con el artista Gonzalo Rueda, quien retrata a la perfección un supuesto jardín del Edén (o de las delícias) protagonizado por ese oscuro objeto del deseo.
En fin. El primero era mejor, esto no es más que una genial e inspiradísima colección de reproches a todo tipo de chicas malvadas: a las que tienen los labios cortados de reirse de tí, a las que sólo son guapas de perfil, a las antidarwinistas, a las que en el baile de fin de curso sólo bailan con calvos, a Eva Sannum y a todas las que dicen que hay que ser rubia almenos una vez. Desalmadas todas.